“Siempre he pensado que las Navidades son unas fechas deliciosas, un tiempo de perdón, de afecto, de caridad, el único momento que conozco en el largo calendario del año, en que hombres y mujeres parecen ponerse de acuerdo para abrir libremente sus cerrados corazones…”
(Charles Dickens, “Christmas Carol” 19 diciembre 1843)

Playa Montaña Bermeja, Lanzarote – Foto de Laura Jordán
Me dio la mano y me miró a los ojos mientras volvía a darle una calada a su cigarro. “Que 2018 sea mejor que este año, y que todas las personas que hayan sufrido no vuelvan a sufrir y sean más felices”, me dijo. “Gracias por todo, de verdad”, añadió. Y volvimos cada uno a nuestra senda. Yo con las prisas y él con la paciencia necesaria para pasar una fría noche en su camión antes de descargar su mercancía en una fábrica de Sevilla.
Me fui a correr pensando en esa fe autoinculcada. Por primera vez me fijé en las hojas caídas del Parque de María Luisa, en la humedad que se desprendía de los “periquitos” (aspersores) que daban vida a la vegetación en una gélida noche de invierno. Corrí con dolor, y qué más da. Acompañé a uno de mis corredores en sus series, mientras animaba al resto. Todos estaban allí para cumplir un sueño. Su mejor sueño. Y yo estaba con ellos para ayudarles a conseguirlos.
La pasión siempre es necesaria en todo lo que hacemos. Una de las cosas que me hacen más feliz es divisar a lo lejos el punto que quiero alcanzar. Lo miro una y otra vez, y me digo: “voy a por ti”. Otra de las cosas que me apasiona es ayudar a los demás y animarles a que salgan de su zona de confort. La felicidad extraordinaria requiere acciones extraordinarias. No hay nada en la vida que nos llegue sin luchar, sin trabajar duro, sin hacer cosas que parecen imposibles cuando quieres empezarlas. La preparación es la clave del éxito. Nos lo dicen en todos los Masters sobre Ventas. Y nosotros nos lo grabamos a fuego, para el trabajo y para la vida. Tenemos que orientarnos al cliente y orientarnos a los sueños. La preparación es la clave del progreso. Y mucha gente se prepara desde que amanece hasta que caemos dormidos en la noche.
Pensé en la suerte y en la buena suerte. Hay muchas personas que se quejan una y otra vez de la mala suerte que tienen pero no hacen nada por remediar su situación. El estrés más grande que existe es la dispersión que a veces sufrimos cuando caminamos por la vida, la falta de objetivos claros y por ende el inexistente rumbo que nos lleva a lugares que no deseamos. Las personas necesitamos marcarnos metas exigentes. Puntos en la diana que nos gratifiquen su alcance.
La suerte se trabaja, se acaricia y se modela para ponerse su mejor atuendo en la noche más hermosa que vendrá un día. Ese día en el que apretaremos los puños de satisfacción. Un día en el que nos daremos cuenta de que hacer lo que los demás no hacen es a veces lo que marca la diferencia de las personas. No se trata de lograr la atención de nadie. Los aplausos que se da uno mismo son los más valiosos que podemos encontrar. Porque la autocomplacencia es la intimidad más bonita que existe y lo que nos hace diferentes al resto. El progreso de los hombres y mujeres es el arma más poderosa que podemos alcanzar. El progreso nos lleva al éxito. El éxito nos dispone para fracasar. Y el fracaso conlleva la necesidad de haberse preparado mejor que nadie para acabar encontrando la felicidad y la satisfacción que implica ser un luchador incansable.
Francis Campos
Brenes, Sevilla. 29 de diciembre de 2017